El enemigo sigue siendo un extraño poderoso


La soledad en la enormidad de la noche, donde otrora la multitud generaba la calidez necesaria para aguantar las horas, se asoma como única compañía.

Las banderas flamean aisladas, no hay murmullo, no se huelen el chocolate caliente ni el frío salado que viene del mar. Algunos reviven la oscuridad de entonces, cuando -como hoy- debían permanecer ocultos en sus casas.

El paisaje es diferente. El azote de la incertidumbre se repite. Es como un 1982 disfrazado de otra guerra, una de la que participan todos, sin excepción.

La Carpa de la Dignidad es un estandarte individual de un sentimiento colectivo. Es Causa interminable. Es reunión. Es comunión. Y la falta se siente. Aquella estructura es más que caños, redes y telas. Es identidad, idiosincracia. Es pertenencia.

Esta vez debemos pertenecer de una forma diferente. Aguardando pacientes a que no suenen las alarmas. Sin guardapolvos blancos tapizando el cemento. Con otros guardapolvos blancos en los pasillos que por ahora solo llevan a la duda.

El vacío de hoy es temerario. El miedo de la reunión futura y la posible falta de asistentes detiene el paso del tiempo. Nadie quiere pensar en ausencias. 

Esta vez las manos no se agitan. Ahora se refriegan insistentemente. El enemigo sigue siendo un extraño poderoso para el que no nos sentimos preparados.

El honor y la honra se vuelven infinitos. Los aplausos se sienten lejanos y se van acercando como las olas. El movimiento incesante del océano se repite en las palmas que se baten en cada ventana, en cada patio, en los rincones quietos de una sociedad detenida, pero que se asoma decidida a no dejar pasar el día. Este día. 

Todo es extraño, nada es como se supone. El ambiente sutil deja entrever que tal vez se aprenda alguna lección. Como la que dejaron aquellos héroes que defendieron un suelo propio a fuerza de decisión y sin conocer demasiado a qué se enfrentaban. Sin contar con las herramientas necesarias para contrarrestar los golpes sucesivos. Debilitados por el egoísmo de los propios. Fuertes por la certeza de querer vencer.

Llegan las doce. Otra vez ya es mañana. Otra vez es 2 de Abril. La sirena suena para abrirle paso a la entrada del nuevo día. Suena. Insistente. Suena. Angustia. Casi no hace frío, pero la piel erizada se vuelve carne.

Hay que esperar una vez más. Hay que aguantar la respiración y mirar hacia adelante, sin perder la conciencia y espiando hacia atrás de vez en cuando, para entender todo lo que valió la pena.

Asomará el sol mañana y saldremos de los refugios. El punto de reunión se mantendrá estoico, esperando las pisadas que se multiplican y los abrazos que regresan. Habrá tiempo para entender la importancia de haber desandado brevemente esta rutina. La tradición no se rompe cuando el objetivo último es el mismo: volver.


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